Muchas personas ven en sus mascotas a un miembro de la familia. No importa que caminen en cuatro patas, sean peludos y no puedan hablar, es el sentimiento que siente por ellos y el amor que los animales les regalan los que crean un vínculo especial entre ambos.
Si eres de esas personas, no dudas en llamar a tu mascota “hijo” o “hija” pues con ellos tienes las mismas atenciones que con un niño humano. Estar a cargo de estos animales puede ser tu primer acercamiento a la verdadera maternidad y una manera de aprender importantes lecciones que podrás poner en práctica después.
¿De qué forma tener una mascota te convierte en mejor madre? Estos son cinco ejemplos.
1. No te molesta cambiar tu rutina
Tener un bebé pone de cabeza tu vida, cambia tus horarios y te deja sin tiempo para concentrarte en ti. Convivir con una mascota como un perro es similar: tienes que ver que no destruya las cosas, te quedas sin salir por la noche porque es cachorro y no hay quien lo cuide, no puedes echarte a descansar pues debes sacarlo a pasear, etc. Pero aceptas todos esos cambios con una sonrisa porque lo amas y esa es una importante lección.
2. Descubres la importancia de la disciplina
Hacer que tu mascota aprenda a no romper nada, a hacer sus necesidades en el parque y que debe comportarse bien en casa no es cosa de un día. Es una tarea que requiere paciencia, constancia y algunos castigos hasta que entiendan lo que esperas de ellos. Esa misma disciplina es la que tus hijos van a necesitar y esa misma paciencia es la que tú deberás poner en práctica nuevamente.
3. Te conoces mejor a ti misma
Tu forma de vivir no es la misma antes y después de un “bebé” animal o humano. Y es la llegada de los nuevos miembros de la familia la que te ayuda a ser consciente de lo que hacías mal motivándote a cambiar. Aprendes a controlar tu frustración, te enojas con menos frecuencia, cambias tus hábitos por otros más saludables y te tomas más tiempo para disfrutar de tu nueva faceta de mamá.
4. Estás pendiente todo el tiempo
Las mascotas al igual que los niños pequeños tienen una enorme curiosidad por descubrir el mundo y no pueden hablar. Es por eso que tienes que tener siempre los ojos abiertos y proteger que no corran peligro, llevarlos al médico si tienes una corazonada de que algo no anda bien, ocuparte de que se estén aseados, etc. Incluso al crecer, nunca dejas de ser mamá y velas por su bienestar.
5. Aprendes que no eres perfecta
Cometer errores es algo normal y posiblemente tendrás algunos mientras intentas educar a tus “bebés” humanos o peludos. Pero es gracias a estas equivocaciones que interiorizas la lección y no vuelves a fallar después.
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